Andrew Else era un inglés de 51 años con una ligera perturbación mental. Al leer "era" ya os imaginaréis la razón de estas líneas. Pero lo realmente llamativo de la noticia, más que el "qué", es el "cómo":

Andrew estaba interno en el centro Voyage, en Theale (Berkshire, Reino Unido). El personal del centro, tras un descuido, halló a Andrew en el jardín, junto a una manguera, tumbado en el suelo y empapado. Rápidamente, cerraron el grifo, lo pasaron al recinto y le dieron algunos medicamentos. Poco después fallecía.

El patólogo Colin McCormick dijo que Andrew Else había muerto a causa de un exceso de consumo de agua, que había diluido los niveles de sodio en sangre (lo que se conoce como hiponatremia: una concentración de sodio en sangre inferior 135 milimoles/litro), causando una insuficiencia cardíaca. Los exámenes de toxicología a su vez indicaban que había muerto a causa de una intoxicación de agua después de beber varios litros.

Andrew Else padecía un trastorno relativamente poco común, llamado potomanía (adicción al agua). Desde hacía más de treinta años sentía un deseo compulsivo de ingerir grandes cantidades de agua potable, por lo que constantemente tenía que estar bajo vigilancia.

¿Suicida o víctima de sí mismo?